Tres ideas para empezar a soltar el control

 

¿Te preguntas a veces si eres demasiado controladora?

 

Si te ocurre que tratas constantemente de anticiparte a los problemas, de resolver de forma urgente cada conflicto que aparece en tu camino (o el de los que te rodean) y se te aprieta el estómago con cada imprevisto del día a día… es posible que estés cayendo en el exceso de control.

 

Y la maternidad, con toda su belleza y sus revoluciones, es un caldo de cultivo ideal para potenciar tu lado controlador, sobre todo si no lo tenías identificado o regulado antes de ser mamá.

 

Aquí te comparto los puntos que me han servido a mí y a mis pacientes para identificar la posible causa de tu control, y cómo empezar a soltarlo:

 

 1. ¿Tu control viene del perfeccionismo?

 

El perfeccionismo lo puedes detectar fácilmente si te pasa que:

 

  • Tienes exigencias altas o metas difíciles de cumplir para ti misma y los que te rodean. Y ….
  • Te esfuerzas y exiges a ti misma y a los demás para cumplir con lo que tu mente dice que “debería ser”. Y….
  • Cuando no se cumplen esas exigencias, tú la pasas mal. Es decir, ves afectada tu autoestima, o te enojas con todos, por ejemplo.

  

Claramente, no es malo querer mejorar y ser siempre una mejor persona, o querer cumplir con tus sueños e ideales, claro que no!  Peeeero…. si el costo de eso es tu bienestar emocional, tu salud mental o física, o tus vínculos personales (hijos, pareja, amigos, etc.) entonces probablemente tus metas son muy altas.  

 

Para empezar a gestionar mejor tu perfeccionismo, el mejor consejo que te puedo compartir y que yo usé cuando tenía 23 años y gastaba mucha energía en mis ideas de “perfección” es:

 

Dirige tu energía perfeccionista en una dirección que sea sana para ti. Enfoca tu perfeccionismo – por ejemplo- en tu salud mental, en la búsqueda de tu bienestar interno, en vez de las exigencias externas sociales y los estándares de tu familia.

 

Después puedes empezar a sanar tu perfeccionismo con terapia o libros de autoayuda o como prefieras. Porque igual será necesario reparar esos programas mentales y el dolor asociado a ellos. Y digo el dolor porque ya todo el mundo sabe que la perfección no existe, pero aun así tu mente te hace creer que podrías haberlo hecho mejor. Y esa sensación de insuficiencia es dolor. 

 

Con tiempo y paciencia puedes ir desarmando esas ideas rígidas de madres o mujeres perfectas que tienen todo bajo control siempre, pero por lo pronto ya lo tienes re-dirigido hacia algo que te hace muy bien.

 

La “perfección” humana es equilibrio, es centro, es un poco de esto y un poco del otro. Es saber moverse, cambiar, bajar expectativas y ajustarlas, replantearse las metas sin destruir los sueños. Es seguir avanzando desde la tranquilidad y no desde la ansiedad o la insatisfacción.  

 

 

2. ¿Te criaron personas controladoras?

 

Quizás estás acostumbrada al control y crees que es normal. Si en tu casa eran controladores, entonces tienes ese programa en tu mente. Así como algunas personas aprenden a cocinar o hablar un idioma extranjero que se hablaba en su casa, posiblemente tú aprendiste que una parte de tu mente tiene que estar pendiente siempre de un montón de cosas que no son realmente tan importantes como crees. Y vives así tu día a día.

 

Para soltar estos patrones de crianza, primero debes identificarlos. ¿Vienen de tu mamá o de tu papá, o del alguien más? Haz una lista.

 

Luego, agradece a esas personas y sus formas de pensamiento, que te han traído hasta aquí, pero date permiso para encontrar nuevas formas de vivir una vida plena.

 

Usa esta frase como mantra: “No necesito controlar esto para que hoy sea un buen día”

 

3. ¿Tienes ansiedad, y crees que controlar te va a aliviar?

  

La ansiedad existe para cubrir emociones que no queremos sentir, y que probablemente llevan mucho tiempo allí guardadas. El control, en estas situaciones, es un mecanismo para aliviar esa ansiedad temporalmente, porque te mantiene ocupada, pero en verdad es muy poco efectivo para resolver las causas detrás de la ansiedad.

 

Si este es tu caso, entonces el trabajo consiste en preguntarte: ¿Qué emoción estoy guardando debajo de esta ansiedad?

 

Y si te cuesta descubrir eso, revisa: ¿Qué emociones de los demás me ponen incómoda y me molesta que ellos expresen? Por ejemplo: "me molesta que las personas lloren o que hablen de los eventos tristes de su vida."

¡Ta-ran! Ya tienes tu punto de partida. Empieza por ahí. Conectar y expresar lo que sientes, aunque en un principio lo hagas de forma muy racional o mecánica, aunque lo hagas “mal”, es un camino más sano que la ansiedad y el control.

Esas frases de desahogo irán más o menos así: “me siento desilusionada de la vida…” “hoy estoy frustrada porque no me resultó tal cosa…” “me enojo cuando las personas no hacen lo que quiero…” “tengo pena porque vi una noticia dolorosa en la televisión…” 

Te recomiendo usar estas frases al menos 3 veces al día, dilas en voz alta, ojalá a alguien más que te escuche sin juzgar, pero sino dilas al aire.  Cada frase libera energía y libera tensión, y tendrás menos emociones negativas que tapar.

 

Estos tres puntos son un inicio es un camino muuuuy agradable que te permite soltar y soltar y soltar el control. Requerirá de mucha consciencia y atención de tu parte, sobre todo en un principio, para detenerte y atajarte a ti misma cada vez que sientas que vuelves a esa realidad controladora. Pero yo sé que, si tienes la inteligencia y la energía disponible para controlarlo todo, entonces tienes de sobra para recorrer el camino que te sacará de allí.

 

Recuerda que la meta es tu bienestar verdadero, ese que no depende de que las cosas resulten.

 

 

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